Psalms 43

Apremiante súplica de Israel

1
1. Sobre el epígrafe véase Salmos 31, 1; 41, 1 y notas.
Al maestro de coro. De los hijos de Coré. Maskil.
2
2. En los días antiguos: En que Dios estableció su pueblo en el país de Canaán. El salmista, hablando en nombre del pueblo (cf. Salmo 101, 1 y nota), hace un paralelo entre esta gloriosa época de la historia de Israel y los males que lo afligen. Algunos han creído que su época es tal vez la sangrienta invasión de los idumeos, mientras el rey David ausente combatía a los sirios (Salmo 59, 1; II Reyes 8, 13; I Paralipómenos 18, 12). Según otros, se refiere a las guerras de Senaquerib en tiempos de Ezequías, o a la toma de Jerusalén por Nabucodonosor, pues habla de la dispersión entre los gentiles (versículo 12), si bien se observa que aquella no fue, como la de hoy, entre todas las naciones (cf. versículo 10; Ezequiel 37, 23 y notas). El Salmo nos muestra, en forma intensamente patética, cómo es la mano de Dios la que humilla y la que exalta a su querido pueblo.
Oímos, oh Dios, con nuestros oídos,
nos contaron nuestros padres,
los prodigios que hiciste en sus días,
en los días antiguos.
3
3. Los plantaste a ellos: los israelitas. Israel, figurado a veces por una higuera (Lucas 13, 7 ss.; Mateo 24, 32), a veces por un olivo (Romanos 11, 17 ss.) y por la vid (Isaías 5, 1 ss.), todos los cuales figuran en la parábola de Jueces 9, 7 ss., se compara aquí a un árbol plantado por Dios en la tierra de promisión (Salmo 79, 9-13), y tan amado de Él que no vaciló en destruir naciones para extenderlo. Véase a este respecto los Salmos 104-106 y la sublime oración de Esdras (Nehemías 9, 6 ss.), que resumen los privilegios de que Dios colmó a su pueblo predilecto e ingrato.
Tú, con tu mano,
expulsando pueblos gentiles,
los plantaste a ellos;
destruyendo naciones,
a ellos los propagaste.
4
4 s. Cf. Salmos 17, 35; 32, 17 y nota. Jacob (versículo 5): Sinónimo de Israel, significa no solamente el patriarca epónimo, sino todo el pueblo, o sea las doce tribus.
Pues no por su espada ocuparon la tierra,
ni su brazo les dio la victoria;
fue tu diestra y tu brazo,
y la luz de tu rostro;
porque Tú los amabas.
5Tú eres mi Rey, mi Dios,
Tú, el que dio la victoria a Jacob.
6Por Ti batimos a nuestros enemigos;
y en nombre tuyo hollamos
a los que se levantaron contra nosotros.
7Porque no en mi arco puse mi confianza,
ni me salvó mi espada,
8sino que Tú nos has salvado
de nuestros adversarios,
y has confundido a los que nos odian.
9En Dios nos gloriábamos cada día,
y continuamente celebrábamos tu Nombre.
10
10 ss. Recuerda que en los gloriosos tiempos antiguos Dios mismo solía acompañar a su pueblo en el Arca de la Alianza y hacía ganar las batallas. ¡Qué contraste con el tiempo que el salmista describe! El pueblo está vencido y los enemigos triunfantes escarnecen a Israel. Compárese tan doloroso cuadro con la situación del pueblo hebreo en nuestros días, disperso en las naciones. Este Salmo es una oración ideal para rogar por los destinos de ese pueblo, que Dios sigue amando a pesar de todo (Romanos 12, 28) y cuyo esplendoroso retorno anuncian las Escrituras (Romanos 11, 25 ss.; cf. Salmo 41, 12 y nota; 101, 21 ss.).
Pero ahora Tú nos has repelido
y humillado;
ya no sales, oh Dios, con nuestros ejércitos.
11Nos hiciste ceder ante nuestros enemigos,
y los que nos odian
nos han saqueado como han querido.
12Nos entregaste como ovejas
destinadas al matadero,
y nos desparramaste entre los gentiles.
13
13. Vendiste: Cf. Deuteronomio 32, 30. La venta, como observa Fillion, era por permuta, de manera que el segundo hemistiquio significaría que nada ganó en el cambio. Como se ve en Isaías 50, 1 y nota, esa venta sin precio no fue definitiva. Cf. Oseas 3, 3 ss.
Vendiste a tu pueblo sin precio,
y no sacaste gran provecho de esa venta.
14
14. Igual expresión en Salmo 78, 4.
Nos hiciste el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y el ludibrio
de los que nos rodean.
15Nos convertiste en fábula de los gentiles,
y recibimos de los pueblos
meneos de cabeza.
16Todo el día tengo ante los ojos
mi ignominia,
y la confusión cubre mi rostro,
17a los gritos del que me insulta y envilece,
a la vista del enemigo,
ávido de venganza.
18
18. Según lo que vimos en el versículo 13 y nota, esto indicaría que se cumplió la condición recordada en Oseas 3, 3, es decir, la de no caer de nuevo en la fornicación de la idolatría. El versículo 21 parece confirmarlo.
Todo esto ha venido sobre nosotros,
mas no nos hemos olvidado de Ti,
ni hemos quebrantado
el pacto hecho contigo.
19No volvió atrás nuestro corazón,
ni nuestro paso se apartó de tu camino,
20
20. Lugar de chacales: Isaías, según el texto hebreo, usa esta misma expresión hablando de Babilonia. Cf. Isaías 13, 22 y nota.
cuando nos aplastaste
en un lugar de chacales
y nos cubriste con sombras de muerte.
21Si nos hubiéramos olvidado
del nombre de nuestro Dios,
extendiendo nuestras manos
a un Dios extraño,
22¿no lo habría averiguado Dios,
Él, que conoce los secretos del corazón?
23
23. Por tu causa: El salmista insiste en que los israelitas no solo sufren por sus pecados, sino también por el carácter singular con que Dios los había marcado y separado de entre los pueblos paganos. Nótese la aplicación que de este versículo (que en Vulgata es 22) hace San Pablo a nosotros en Romanos 8, 36.
Mas por tu causa
somos ahora carneados cada día,
tenidos como ovejas de matadero.
24
24 ss. El sublime atrevimiento de este lenguaje muestra la confianza segura con que Israel hace esta súplica final, tanto más confiada cuanto que no espera salvarse por merecimientos propios sino por la piedad de Dios (versículo 27).
Despierta, Señor. ¿Por qué duermes?
Levántate; no nos deseches para siempre.
25¿Por qué ocultas tu rostro?
¿Te olvidas de nuestra miseria
y de nuestra opresión?
Agobiada hasta el polvo está nuestra alma,
y nuestro cuerpo pegado a la tierra.
26¡Levántate en nuestro auxilio,
líbranos por tu piedad!
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